lunes, 21 de septiembre de 2009

JoRNaDas KulTuRaLeS -- TOKAD-A-





A Los libros no hace Falta ke los prohiba la policia los prohibe el PReCIO


JORNADAs KulturaLes -- TOKADa

bueno la aktividad esta confirmada paral el dia sabado 3 de oktubre del 2009 en el GALPON del CENTRO CULTURAL al Frente de la CRUZ rOJA ke se encuentra en El Plan 3000 entre la aV/ Che Guevarra y Radial 10 entrando 2 cuadras
los micros ke pasan son: 100, 69, 39, 103, 85, 3, 8, 114, 52, 38.

La Aktividad comenzara a las 5 de La Tarde :

--FeRia De Diskos , zines, parches ,etc.
-- TEatro a cargo de chicos del SAn Isidro
--Proyeccion de Videos : Anti-Goni --( sucecos de oktubre rojo)

-- Luego viene la TOkada con bandas locales:

-- PuNkaTuMaDre
-- DesOrDeN 86
-- AlkoleMia
-- KarMA
-- SektoR 7 G
-- SpleeN
-- A-priza KuiZa
-- RePuDiO NuCleAr

LA ENtrada sera UN LIBRO es buen estado

ke seran destinados al centro cultural el mismo dia


bueno invitar a todxs ke vayan i colaboren ya ke esto es a beneficio de todxs
pues las puertas del CEntro estan abiertas todos los dias





SAlud i PAseN LA VOOZ

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Las TeLaRaÑaS De La LiBerT-A-D

Las Telarañas de la Libertad

Por Anonim@ el Mar, 2008-01-29 23:44 |

El viaje puede comenzar en cualquier lugar de América Latina y no tener un rumbo fijo, aunque siempre es aconsejable dirigirse primero a una ciudad capital y contar al menos con un teléfono o una dirección de contacto. El viajero elegirá el medio que mejor se corresponda con sus posibilidades y sus urgencias y no le quedará más que llegar a ese lugar de arribo directo y provisorio; un lugar que puede ser Buenos Aires, Brasilia, Santiago, Caracas, Ciudad de México o La Paz. La convicción básica del viajero ha de consistir en que, cualquiera sea la ciudad capital que se haya elegido como punto concreto de destino, allí habrá gente que no lo ha visto con anterioridad, que no estaba al tanto de su llegada y que ni siquiera tenía idea personalizada de su existencia pero que, de todos modos, habrá de ofrecerle su generosa hospitalidad. Como es obvio, no se trata de viajes de negocios ni de excursiones académicas ni de turismo puro y simple -que para eso ya existen los hoteles, las agencias, los viáticos y las guías más o menos detalladas ¡faltaba más!- sino de desplazamientos que ocurren en dimensiones de tiempo y espacio que el poder se empeña en desconocer y ocultar. La lógica que se instala entre huésped y hospedante no es más que la del placer del encuentro por el encuentro mismo, la del reconocimiento recíproco, la de los sueños compartidos y la de la solidaridad. Para que tales cosas ocurran apenas si debe satisfacerse una solitaria pero imprescindible condición: sea cual sea el lugar en que viajeros y “cicerones” se vean las caras por primera vez, sea cual sea la época del año o la hora del día, sea cual sea el recorrido previo de los “contrayentes”, el encuentro habrá de ser un encuentro entre anarquistas y fundado en una irrenunciable ética de la libertad. Y en ese encuentro es que habrán de insinuarse de inmediato los comunes horizontes conspirativos y ya no será posible pensar en otra patria que sea algo distinto al mágico suelo del compañerismo.

Existen probabilidades variables según la urbe de que el hospedaje sea una okupa y entonces el huésped tendrá la posibilidad de compartir en su ciudad de adopción las luchas que allí se libran por la apropiación de los espacios urbanos secuestrados por el Estado, la Iglesia o los rentistas de turno y su transformación en espacios de furor colectivo. Los habitantes de la okupa le serán inicialmente desconocidos pero rápidamente encontrará con ellos alguna historia en común y la indefectible referencia a lugares o personas que también le son familiares. Allí encontrará con toda certeza una biblioteca que exhibirá con orgullo textos de Bakunin, de Kropotkin, de Malatesta y de tantos otros; biblioteca que en muchos casos no sólo estará destinada a la formación de los ocupantes sino también de los vecinos que quieran servirse de la misma. Las labores colectivas cubrirán un vasto arco que va desde la animación con los niños del barrio a las comidas preparadas pasando por el dibujo, las huertas orgánicas y los juegos malabares. Los servicios públicos llegarán en forma azarosa y más de una vez habrá que recurrir a ingenios impronunciables para aprovisionarse de agua y luz. La okupa resiste cualquier esfuerzo censal y nadie sabrá exactamente cuantas personas durmieron allí al menos una noche ni cuantos se sirvieron al menos una vez de la olla común. La estadística -la ciencia del Estado, en definitiva- encontrará allí un momento de interrupción y perplejidad; sus registros serán incapaces de captar y capturar a los compañeros que a pesar de todos los pesares tuvieron y seguirán teniendo a su disposición en tales antros un colchón y un plato en la mesa.

Y si no se trata de las dimensiones y la diversidad de las okupas, se tratará de todos modos de casas de arriendo colectivo o personal; o de casas propias que tanto pueden ser comunitarias como el resultado del esfuerzo individual. Y si no son casas pueden ser apartamentos y si no son apartamentos pueden ser granjas, talleres o tolderías. Esos espacios de encuentro, fraternidad y compañerismo están por todas partes y el viajero podrá abandonar el tranquilo damero capitalino de herencia colonial para toparse con ellos ya no en San Pablo, Bogotá, Córdoba, Valparaíso o Guayaquil sino también en Paukarpata, en Penco o en Nezahuatcoyotl. Únase esa subversiva y entrañable nube de puntos con primorosos cuidados y lujo de detalles -imaginariamente, claro, puesto que lo contrario sería brindarle concreciones a los enemigos de diestra y de siniestra- y se tendrá tendida sobre el mapa de América Latina una red cada vez más tupida, más densa y más significativa: he ahí las telarañas de la libertad.

Las telarañas permiten moverse en todas las direcciones, de este a oeste y de norte a sur o en sentido contrario; tal como en algún momento lo hicieron los “crotos” en territorio argentino pero ahora a escala continental. Hugo Woollands, él mismo un “croto” de amplia notoriedad, lo celebra en breves y vibrantes pinceladas: ”Saludo al compañero Croto, trashumante, jinete consumado de los cargueros que recorrían la república llevando folletos anarquistas en el mono y sueños de redención en el alma”. Sin embargo, las diferencias son obvias. La labor del “croto” fue de irradiación y de propagación ideológica mientras que los viajeros de hoy día se vinculan con sus iguales, poniendo en común sus experiencias y sus prácticas. Mientras que el “croto” era el portador de la “buena nueva”, los actuales viajeros llevan en sus alforjas la vocación del aprendizaje y del intercambio. Es la pasión del encuentro necesario y ya previsto lo que se pone en juego en estos desplazamientos, como bien lo saben aquellos compañeros brasileros que remontan el Amazonas simplemente para apoyarse recíprocamente y coordinar actividades o los que han visitado la comunidad libertaria formada por Antonio García Barón a orillas del río Quiquibey, en plena selva boliviana. Los viajeros anarquistas de nuestro tiempo se limitan a tejer lentamente otra vez las telarañas que unas cuantas décadas atrás nos legaran aquellos viajeros impenitentes que fueron Víctor García y Líber Forti.

Lo que ocurre es que hoy los viajeros ya son largamente innumerables y sólo cabe cubrirlos con el tranquilo manto del anonimato. Y lo que ocurre también es que el grosor y los senderos de nuestras telarañas se multiplican y se renuevan incesantemente. Esas telarañas se burlan de las fronteras estatales y de las estructuras jerárquicas; se ríen, en su nuevo esperanto, de los idiomas oficiales y de las academias de la lengua; se mofan de la geometría y hacen que un sinuoso rodeo se comporte como la menor distancia entre dos puntos cualesquiera. Si alguien lo deseara, con la paciencia y el tiempo necesarios, se podría ir brincando de casa en casa y de compañero en compañero desde Tierra del Fuego hasta Chihuahua, Hermosillo o Mexicali pasando por Panamá y Guatemala. Y también -puesto que tampoco somos patriotas latinoamericanos- seguir de largo y llegar a la lejana e inhóspita Alaska. Y esto no es una ilusión ni una fantasía: los hemos visto, los conocemos, sabemos quienes son y los sentimos cotidianamente; son anarquistas y están en todas partes, sin duda alguna. Ellos son -nosotros somos- los tejedores reclinados a toda hora sobre el telar y sólo nos cabe seguir urdiendo y tramando, en este viaje interminable, las telarañas de la libertad.

Daniel Barret
(Colaboración especial)


Publicado en Libertad! Nº 46, ene-feb 2008.
Para solicitar nuestra publicación en formato pdf solicitarla a periodico_libertad@yahoo.com.ar
http://www.geocities.com/grupo_libertad/

sábado, 5 de septiembre de 2009

La Comunicacion Indigena en el cuarto poder

Los Pueblos Originarios en Argentina están exigiendo la inclusión de su Derecho Indígena a la Comunicación con Identidad en una nueva Ley que regule al cuarto poder en el país. Y dan batalla en el campo de la opinión pública.

Por Kvrvf Nawel / Piren Wegaywe



comunicadores de Mapuradio

Desde milenios los Pueblos Originarios se comunican con todas las vidas de la naturaleza. Saben interpretar los mensajes de cada ser que habita en sus territorios, y de esta manera logran establecer formas de comunicación con lo que vemos y con lo que no vemos, con lo que tocamos y lo que no.

Fundamental fue la vigencia de sus idiomas. Moldeados y perfeccionados con ancestral sabiduría, las culturas originarias desprenden de sus lenguas los sonidos que expresan los ríos, montañas, nubes, animales; por eso se traduce al Mapuzugun (idioma Mapuce) como “habla de la tierra”, porque no sólo las personas lo desarrollan, sino la naturaleza toda.

El conocimiento de los ancestros indígenas también se plasma en sus instrumentos musicales donde a través de sus sonidos se transmiten las melodías del viento, cascadas y volcanes, el canto de los animales, y hasta el latido de la tierra.

La concepción de la vida para los Pueblos Originarios se basa precisamente en la vida del territorio, es decir, sin territorio no hay vida. Fuego, aire, tierra y agua son las fuerzas naturales que permiten generar la existencia de las personas y de cada ser. En las culturas milenarias no se conciben los conceptos de “bióticos” y “abióticos”, ya que cada elemento cumple una función particular logrando un complemento perfecto entre ellos. Los indígenas no se creen a si mismo dueños de la tierra, sino parte inseparable de ella.

Tanto el idioma como los instrumentos indígenas forman parte de los elementos que permiten la comunicación de los Pueblos Originarios entre las personas y con la naturaleza. Y esa comunicación se sustenta necesariamente en la identidad indígena, lo que la hace única e irrepetible.


El quiebre

A fuego y degüello avanzaron las coronas europeas sobre territorio indígena. Luego fue el turno de los países que se “independizaron” para someter a Pueblos milenarios que vivían sin fronteras. El genocidio que el Estado argentino planificó contra los pueblos originarios impuso armas y constituciones. Leyes y religiones, idiomas y jurisdicciones.

La combinación exacta para imponer un sistema ajeno y diferente a la cosmovisión indígena fue la instalación de escuelas, iglesias y fuertes militares. La asimilación del indígena al ficticio “ser nacional” era por las buenas o por las malas. De todas formas, a finales del siglo XIX y durante el siglo XX tanto el sistema educativo como el católico adoctrinaban a los “indios salvajes” con el mismo rigor y terror que lo ejercía el militar.

Desde la llegada del invasor a territorios de los Pueblos Originarios, la comunicación armónica se fracturó. No sólo al interior de la vida indígena al quedar su territorio diseminado en cientos de porciones alambradas; además, los idiomas quedaron excluidos a ser una herramienta clandestina de comunicación, limitado al ámbito familiar y prohibido en las escuelas.


Los invisibles de siempre


Se dice que los Medios de comunicación elaboran y presentan una realidad, y lo que no aparece en ellos, aparentemente no existe. Nadie puede negar la importancia y el poder de los Medios de comunicación en las decisiones y opiniones de la sociedad. Lo que tampoco nadie puede negar es que una minoría poderosa controla lo que leemos, vemos y lo que escuchamos en el país. Y nos indica a quien votar y a quien echar.

Ya en las crónicas escritas por los militares que encabezaron grandes masacres indígenas se hablaba que “los indios ni siquiera eran personas”. Para los argentinos ilustres de la generación del ´80, los indígenas eran “seres salvajes y despreciables a los que se debía exterminar”. Estos próceres prefirieron levantar las bases del Estado en baños de sangre indígena en lugar de alimentar el conocimiento de la sociedad con las culturas ancestrales, y a los sobrevivientes del genocidio se los oculto bajo la alfombra de la “civilización”.

Para moldear la idea de una Argentina eurocentrista sin “indios salvajes” se aposto a la invisibilización, pronto a cumplir 200 años, que los libros y los Medios de comunicación supieron aplicar hacia la identidad originaria.

El trabajo de los Medios también es generar opinión e incidencia para manipular el pensamiento de la sociedad. Ejemplo claro es al momento que el Pueblo Mapuce recupera su territorio usurpado y alambrado por algún terrateniente, y los Medios titulan: “Aborígenes usurpar tierras de empresario”.


Siguen utilizando conceptos errados y atrofiados a esta altura de la humanidad como “aborígenes”, “reservas”, “agrupaciones” o “indios”. De manera intencional distorsionan la imagen de las culturas originarias y crean un estereotipo del indígena ligado a la nostalgia folclórica o al mero atractivo turístico.

Al vacío informativo que generan los Medios masivos de comunicación reaccionarios a la diversidad cultural, se agrega la mirada reduccionista de los Medios comunitarios o “populares”
que pretenden seguir siendo “la voz de los sin voz”. Son pocos los que encarnan en profundidad la realidad indígena con seriedad.


Los indígenas a los medios


El control del territorio ideológico de la opinión pública en Argentina es sin duda la pelea de fondo en la discusión por revertir una Ley dictatorial de radiodifusión que encierra intereses poderosos y peligrosos.

Las grandes corporaciones mediáticas no están dispuestas a soltar lo que durante décadas han manipulado y utilizado en beneficio de sus intereses económicos y políticos. Estos mismos monopolios informativos son los que presentan a la realidad de los Pueblos Originarios como “problemática indígena” o “conflicto indígena”, diciéndole a la sociedad que la sola existencia de los pueblos originarios es un problema.

Por estos días las organizaciones de los más de 25 Pueblos Originarios en Argentina están impulsando su derecho indígena a la comunicación con identidad para que sea incluido en el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

El marco jurídico internacional reconoce los derechos de los Pueblos Originarios en el mundo, Argentina tiene el gran deber de incluir y respetar esa normativa indígena a través de sus políticas públicas. El Estado tiene que generar los mecanismos necesarios para que el Derecho a la Comunicación Indígena avance de una simple y bonita declamación, a hechos concretos que impulsen la diversidad cultural en el país.

Hoy, los Pueblos preexistentes del país están generando un proceso histórico porque dejan de ver a los Medios como herramientas de “otros” para ejercer su Derecho a la Comunicación con Identidad y acceso a las nuevas tecnologías.

No pretenden seguir siendo objeto de análisis por los formadores de opinión, son ellos los que buscan administrar sus propias radios y canales de televisión,
para que todos y todas tengamos la posibilidad de acceder al conocimiento de las diversas culturas y a los más de 16 idiomas originarios.

El carácter de Preexistentes que poseen los Pueblos Originarios determina su existencia anterior a la creación del Estado argentino, por lo que es un error sumirlos al campesinado, a las minorías o a un “sector” más de la sociedad civil, porque los derechos indígenas son particulares y diferentes al resto de la sociedad. Ni siquiera superiores, tampoco inferiores, pero sí diferentes.

Por ello, la exigencia de los pueblos originarios es que reconozcan a sus Medios de comunicación con el carácter de públicos no estatales, y reconocer como cuarto prestador de Servicios de Comunicación Audiovisual a los Medios Indígenas Públicos, diferenciándolos de los medios privados, estatales y comunitarios.


La palabra indígena



Gvbam le llama el Pueblo Mapuce a los consejos que entregan sus kimce (sabios) y Rakizuam al mensaje que trasmiten. Ayer y hoy las culturas ancestrales siguen dialogando con el cosmos. Y el aporte de los Medios Indígenas a la sociedad es el de transmitir principios inalterables: el resguardo y la defensa de la naturaleza como proyecto de vida.

Los Medios administrados por los Pueblos Originarios no pretenden lucrar con su identidad ni ser obsecuentes con los gobiernos de turno. Su objetivo no sólo es informar su propia realidad, tienen la responsabilidad de promover y difundir sus culturas, como Pueblos vivos que tienen historias que necesitan ser contadas.

Cuando los Medios Indígenas estén en plano de igualdad en el espectro radioeléctrico, con los privados, estatales y comunitarios, podremos hablar de democracia en la comunicación argentina, porque serán las voces de la tierra las que informen.

Con la exigencia de la inclusión del Derecho Indígena a la Comunicación con Identidad en esta Ley, es evidente que los Pueblos Originarios a través de sus Medios de comunicación audiovisuales rompen el manto de la invisibilización que los silenció desde la misma creación del Estado.

Dejan de ser meros espectadores, y dan batalla en el territorio de la opinión pública para convertirse en actores en el escenario del cuarto poder.


Descargá el proyecto entregado al Ejecutivo:


http://www.8300.com.ar/wp-content/uploads/2009/07/Propuesta-de-Inclusion-del-DERECHO-INDIGENA-a-la-COMUNICACIÓN-con-IDENTIDAD.doc